jueves, 5 de abril de 2007
Chau
Esa mañana no me dijiste nada, la pelea de anoche te había comido la lengua. Fuiste incapaz de pedirme perdón. A cambio me despertaste por primera vez en años con el café en la cama. Me impresionó que después de tantos años no supieras que tomo el café amargo. No me importó. Supe entender que era tu forma de mostrarte arrepentido. En silencio te fuiste a duchar mientras yo limpiaba los platos sucios de anoche y bajaba la basura. Cuando volví la ducha seguía sonando. Entré y te vi arrodillado, abrazando tus piernas, sin sentir las gotas que resbalaban por las pupilas. El agua estaba helada y tus labios violetas me recordaron a ese viaje a Bariloche. No quisiste pararte y menos dejar que te ayude. Contando hasta diez salí del baño, agarré las llaves que estaban sobre la mesa de siempre y regalándote un portazo me fui.
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3 comentarios:
ah, que triste.
Es muy vívida la imagen que das. La ducha helada por poco llega a sentirse y vos te vas.
Me encantó.
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