domingo, 22 de abril de 2007

No soy tan grande


Me fascinan los laberintos de revistas infantiles. Se que ya estoy grande, mi esposa me lo dice todo el tiempo, pero este juego me llama mucho la atención. Por lo general son animales que tienen que penetrar los pasillos de tinta hasta su presa vegetal. Aunque también existen de diferentes temáticas. El que más me gusta es uno de un conejo y su zanahoria, me parece simpático y la ilustración es impecable.
Me divierte el hecho de que en estos juegos hay, por lo general, un total de cuatro caminos dentro de los cuales sólo uno es el correcto. Debe ser fascinante descubrir la respuesta a los tres años de vida. La sensación de satisfacción y orgullo, la imagino exquisita. Uno ve el conejo de un lado desesperándose por despegarse del papel y correr para llegar a la meta. Es un juego traicionero. Ver a ese animal de cuento hambriento, imposibilitado de movimiento obliga moralmente a uno a ayudarlo. Qué inhumano sería dejarlo allí solo y famélico. Entonces el niño, queriendo ayudarlo, toma un crayón, rojo por lo general y comienza a desgastarlo sobre la textura del papel, dejando un rastro desprolijo como Hansel y Gretel para que por la noche, cuando todos duerman, el conejo se escape y coma su zanahoria.

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