domingo, 22 de abril de 2007
Escupen agua
Mi vida es un laberinto del que no puedo salir. Los pasillos son matas de hojas verdes y desde los quince años corro en él queriendo escapar para dejar atrás el anonimato encontrando en mí una personalidad, una mística que me separe del resto. Ningún recorrido nuevo termina con este provenir, por el contrario, las circunstancias siempre me devuelven al centro, donde duermo cada noche junto a una fuente con dos ángeles de mármol que escupen agua. Llegué a pensar, sin desearlo, que mi verdadero ser debe estar en ese lugar del laberinto, donde no tengo ninguna virtud destacada. Siguiendo este razonamiento es que yo, Carlos Villanca, estoy destinado a ser uno más entre la masa. Un hombre oculto en la multitud, un don nadie, alguien oxidado por la rutina y un salario miserable, un montón de carne picada luciendo un traje nuevo, un pez muerto flotando en estanques de capitalismo sin nada que envidiar. Pero no puede ser, yo no soy así, quiero ser alguien, en la próxima doblo a la derecha. Mis pulmones van a explotar de tanto correr. Ya falta poco. A la derecha. En pocos metros se bifurca el camino. Mi cuerpo sigue en piloto automático e inclinándose por el peso de mi corazón dobla erróneamente. Una luz blanca y majestuosa me hace cerrar los ojos. Cuando los abro veo nuevamente la fuente de agua en el centro del laberinto, donde dormiré esta noche junto a los dos ángeles de mármol que escupen agua.
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