jueves, 22 de marzo de 2007

El vómito



El despertador sonó a las 8 am, un horario extraño para alguien que no trabaja. Puse el agua a hervir y me dirigí, como todas las madrugadas, a escribir. El block de hojas estaba en la mesada junto a una lapicera roja. Las marcas de las tazas de café estampaban la madera clara de mi mesa. La hojas, en blanco.
Hay algo en la hoja en blanco que me atrapa, es la mística inconfundible de la nada. Es el deber de uno comenzar, no importa que, pero comenzar. Como siempre mi rostro comenzó a sudar. Las mariposas en el estomago denotaban que estaba por producir una idea. Comenzaron las arcadas, sabia que iba a vomitar algo. Una, dos. Por lo general a la tercera ya extraigo de mi ser un texto, pero esta vez, solo pude expulsar jugos insignificantes de pensamiento. Las hojas, seguían en blanco.
Prendí un pucho, el primero del día. El gusto no era rico, pero con algo debía apagar el sabor a la derrota. La pava hizo ruido. Esquive los bollos de papel para llegar cocina y me hice un te. El piso estaba pegajoso. Las terminales nerviosas del pie provocaron una corriente eléctrica que llego a mi estomago. Iba a vomitar, no talvez no. Si, el vomito acariciaba mi garganta. Corrí a la mesada, tome la lapicera y vomité. Para mi desilusión el vomito era verdadero.
Pálido caminé hasta la cocina, tome un sorbo de mi te, y tomé el trapo que segundos después taparía el hediondo charco de mi ser. Saque del cajón otro block de hojas y una lapicera nueva. Mi próxima locación fue el catre de mi cuarto.
Prendí otro cigarrillo para teñir mi gusto y esta vez me pareció el pucho más rico de mi vida. Las hojas, nuevamente en blanco. Dirigí mi mirada hacia la ventana y sentí como me bajaba la presión. Me inundé de felicidad. Sabia que esta vez mi cuerpo devolvería algo de saber al mundo. Una, dos, vómito. Mi mano comenzó a escribir y mi mente puso el piloto automático. Regurgité palabras, puntos y comas. Escupí frases enteras y hasta párrafos. El día se fusionó con la noche y yo seguía escribiendo. Las hojas se acabaron. Corrí a buscar más, no podía desperdiciar el estado en el que me encontraba.
Volví al catre. Imité mi posición original, puse la pluma en el papel y lloré.
Hay algo en la hoja en blanco. La posibilidad de nacer de cualquier forma, lugar y tiempo. Hay algo en la hoja en blanco que no se encuentra en una escrita. Me recosté en mi lecho. Mañana, el despertador sonará a las 8 am.

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